” width=”1200″ height=”1600″ /> [/caption]FINAL DEL CONCIERTO

Luego, cuando acabó el repertorio de Blackstar, Maya Bieser dijo que interpretarían una versión de Wish You Were Here, de Pink Floyd, en homenaje a Bowie (porque les hubiera gustado que esté ahí; cosa que yo no creo). Y cosa rara: sonó perfecto. No entiendo por qué Maya no estuvo por encima de la orquesta… ¡Y solo sonaron las cuerdas, ni los metales ni la percusión! ¿No era acaso culpa de los sonidistas del Auditori? Pues a buen entendedor, pocas palabras…

De ahí, quisieron ‘obsequiar’ al público una versión espantosa de Let’s Dance. “De lejos, la peor versión de Let’s Dance que he escuchado en mi vida”, dijo mi amigo. En mi caso, sin contar el karaoke, es la primera versión que he escuchado de ese tema, así que no puedo estar de acuerdo con él. Solo dejar claro que la orquesta, el director y la solista hicieron el ridículo con esta canción. Es más, superaron su gesta del primer tema de Blackstar. Mención aparte para el percusionista que quiso recrear los LP Blocks de este tema, que estuvo más perdido que pulga en vidrio. Siempre lo hizo mal en todo el concierto y ni siquiera pudo hacerlo bien en esta canción que era la única que de verdad requería ese instrumento.

Finalmente, repitieron ‘Tis a Pity She Was a Whore, la que mejor les había salido, y con los mismos resultados antes comentados.

La verdad, creí que esto podría pasar con las partituras de los músicos: “Get off my album!”.

CONSEJOS

¿Y quién soy yo para darlos? ¡Pues nadie! Pero como soy periodista y tengo la costumbre de otorgarme ese tipo de facultades inmerecidas, aquí voy:

A. El primer problema, la sección rítmica

Solución 1: Desaparecerla.  Supongo que los percusionistas de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya son buenos. Es más, los he escuchado antes y sí lo son. ¿Pero por qué parecieron el ‘Chavo del Ocho’ aquella noche? Esto lleva al punto dos…

Solución 2: Ensayos. No ofrecer conciertos en ciudades donde no puedan ensayar un mínimo de veces que les garantice cohesión. Como dije antes, tal vez es injusto echarle toda la culpa del desajuste a la sección percusiva y la responsabilidad fue de todos.

Solución 3: Reformular la percusión. O bien quitar la batería y quedarse con la típica sección rítmica de una orquesta sinfónica o al revés (solo batería). Ideal si fuera un baterista propio para la gira y, de preferencia, nacido en Nueva York… Si alguien ha escuchado el disco entenderá esta última sugerencia.

B. El volumen del cello.

Solución 1. Que Maya no haga trampa con sus pedales o se ponga a tocar más fuerte en el concierto que en la prueba de sonido… Digo, porque si pudo sonar bien en Wish You Were Here, no hay que echarle el pato a los sonidistas del Auditori.

Solución 2. Que haya dos cellistas: una para interpretar la voz y otra para los solos de saxo. Eso permitiría darle un volumen apropiado dentro de la mezcla en vivo a cada instrumento.

Solución 3. Mi preferida: un coro para reemplazar la voz de Bowie y un cello para los solos de saxo.

C. Mezcla en vivo del concierto

Única solución: por más jazzeado que sea el Blackstar, aún hay mucho de rock ahí, y la batería es tocada con la intensidad propia de este género (cuando no, el compresor dice “presente”). ¿Cómo solucionar esto en un concierto sinfónico para que los tambores no opaquen a los demás instrumentos? Pues amplificando bien todo, compresión a saco, y olvidarnos del exquisito efecto orquestal, el que permite disfrutar de casi 100 fuentes distintas de sonido repartidas en un amplio escenario (en vez de los dos tristes altavoces del sistema estéreo). Ejemplos sobran que han sacrificado ese aspecto pero al menos terminan sonando bien.

EPÍLOGO

Así, con los problemas del cello y de la percusión solucionados, recién podríamos apreciar los arreglos de Evan Ziporyn para este Blackstar. No antes. Inclusive, podríamos jugar a ser historiadores de arte especializados en música y comparar versiones y más… pero primero lo primero: a tocar bien y a sonar bien. Y recién ahí, lo segundo.

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