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Idiocracia (guión y dirección de Mike Judge), es una peliculita de humor de bajo perfil, lo que se llama una americanada, cuya gracia es el acierto de la premisa de la que parte la trama, de manera que una ya no sabe si es una película inteligente o una mierda con suerte. Las personas con alto cociente intelectual no tienen hijos, mientras que las de bajo intelecto se reproducen como conejos, y en 500 años el mundo se ha vuelto completamente gilipollas, poblado de simios con forma humana cuya única preocupación son sus propias necesidades básicas: follar, comer y cagar. La sociedad americana del futuro, lejos de esos sueños a lo Syd Mead, se sostiene, según Idiocracia, sobre dos cosas: Sexo y Dinero. Y la palabra favorita de ese mundo es: CULO.2204839815_d20324542a_z

Ver Idiocracia ahora todavía tiene sentido, puesto que la premisa básica, que cada vez somos más tontos, más incultos y más maleducados, sigue en vigor. Pero verla en 2006 me ha permitido ser testigo directo de algunos cambios en la sociedad que me han ido recordando la película durante estos diez años. El efecto más evidente del paso del tiempo ha sido sobre la vestimenta, la ropa. El diseño de vestuario de Debra Mcguire (quien vistió también a los Friends televisivos) presenta un futuro de lycra brillante medio rapera, en el que la gente luce enormes marcas en su ropa, incluso como estampado en camisas y, acorde al diseño de producción, hasta las lámparas y el papel de pared son logos de empresas. Que la gente lleve logos de marcas multimillonarias estampadas cuanto más grandes mejor parecía ridículo hace unos años, y sin embargo ahora mismo es de lo más normal. Cuando vi este proceso en mi propia ciudad supe que el mundo estaba completamente perdido. No en vano la única frase que hace reir de la película es el chiste sobre Einstein.

Idiocracia usa a todos los niveles un lenguaje sexista, machista y homófobo, delirante y soez. Idiocracia es como Black Mirror pero en coña (y con final más o menos esperanzador), un espejo más oscuro aún, mucho más simple y destructivo, que ataca al fondo mismo de nuestra esencia humana, la animal, y nos deja a la altura del betún.

Las “predicciones” o visiones sobre el futuro de Idiocracia:

Cápsulas de hivernación
Inteligencia media en decrecimiento
Ingeniería genética dedicada a la cosmética y estética, dejando a un lado temas de supervivencia más importantes
Gran avalancha de basura
Publicidad por todas partes
Ropa brillante y sintética tipo chandal con logos de empresas estampados
Deterioro del idioma
Máquinas tragaperras en hospitales
Bebidas isotónicas que sustituyen al agua (que sólo se usa para el wc)
Robots básicos de diagnóstico para enfermedades
Tías en bolas como reclamo por todas partes
Tatuajes identificatorios
No hay móviles en la pelicula, ni ordenadores. Sólo máquinas que hacen el trabajo “serio”.
La justicia y la política están planteadas como shows de entretenimiento
También “se gana pasta” publicitando algo mientras se habla (por cortesía de Carl Junior)
El presidente de los USA, Camacho, es luchador y súperestrella porno.
Las empresas privadas compran la sanidad por completo.
Los billetes tienen impresas caras de luchadores.

Si podemos marcar algunas de estas predicciones como correctas, es posible que las otras acaben sucediendo. Hoy mismo, mientras escribo, el esperpéntico norteamericano Donald Trump ha ganado las elecciones de su país, ante la sorpresa de muchas personas que aparentemente no han visto Idiocracia. Este filme de escasa profundidad es sin embargo definitivo para advertir de la falta de ética y de educación de nuestros tiempos y en qué puede derivar nuestra avaricia. Mucho menos seria y rigurosa que otras distopías, puede llegar a ser más hiriente.

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