Ver ciencia ficción estando ya en una película de ciencia ficción (todos con mascarillas en el cine y atentos al primero que se le ocurra toser), tendría que haber sido una experiencia.
Y sí que lo fue, pero por la explosiva banda sonora del sueco Ludwig Göransson, que nos estremeció a todos de principio a fin. ¡Hasta daban ganas de gritar al final! Ver Tenet sin los altavoces y acústica adecuados es como ir a un concierto con tapones en los oídos (o como besar con mascarilla). No hay manera de verla en el portátil, pues parece que hubiera sido concebida ya no como experiencia audiovisual sino, sobre todo, auditiva. Sin exagerar, es lo más cercano a haber estado a una discoteca en los últimos meses de pandemia; aunque las imágenes lo convertían todo más bien en una rave distópica.
Aquí, Ludwig Göransson, explica el proceso creativo junto al director de la película Christopher Nolan, que posee sólidos conocimientos musicales:
Por supuesto, no se puede ser mezquino con el argumento, el despliegue visual y las más que decentes coreografías marciales. Sobre esto último, me sorprendió gratamente no ver efectos especiales a lo Matrix sino movimientos muy ensayados de barridos, proyecciones, luxaciones y estrangulaciones; una agradable sofistificación producto de los tiempos en que vivimos. Y ello no solo pasa con las peleas. En general, Nolan hizo lo posible por usar escenas reales; algo que se nota.
Y hablando de los tiempos, ver un protagonista negro que no actúa como ‘negro’ en una película cuyo público objetivo no está determinado por la cantidad de melanina en la piel, sabe muy bien. Ni siquiera hubo en el guión el más mínimo comentario (o típico chiste) al respecto; nada. Es más, ni nombre tenía el personaje, pues simplemente era el PROTAGONISTA.
Y, aquí, el mérito por lo anterior no es de Nolan o de John David Washington, un superactor que, para mi gusto, supera al padre (Denzel Washington, alias ‘my men’, frase muy de afroamericano; algo que su hijo nunca diría en una película como esta). El mérito, por fin, es de la sociedad en su conjunto, pues Tenet no pretende en momento alguno ser políticamente correcta (¡Felizmente!). Si Nolan escogió a Washington no fue porque él es buena gente sino porque el guión (en un mundo como el actual) se lo pedía y punto. Aquella incómoda sensación de las películas que, por cumplir cuotas raciales o de género, colocan personajes forzados no tiene espacio aquí.
Por ello, criticar a Tenet por no otorgar más peso a las mujeres, no cuestionar la sexualidad binaria ni las relaciones de poder y quién sabe qué cosas más, podría llevarnos al absurdo más absoluto. Ya bastante tiene Nolan liándose con la física cuántica y el tiempo como para, encima, salvar al mundo de sus taras con una película. Ojo, que no sabemos qué tipo de relación tiene en el futuro el Protagonista con Neil (Robert Pattinson), pero por ahora es ‘solo’ de hermandad.
Y, para terminar con el tema, no puedo dejar de mencionar dos obras: In the Hit of the Night (1967) y Moonraker (1979). En la primera, Sidney Portier hizo de detective y tuvo que recibir una bofetada de un blanco que lo consideraba un insolente. La bofetada, por supuesto, fue respondida. Y, claro, aún falta mucho por hacer en 2020, pues en el Imperio aún ocurren asesinatos raciales por parte de su policía… pero tampoco olvidemos que en las protestas no solo participan negros.
En la segunda, el James Bond de Roger Moore entró en confusión cuando ‘un’ doctor resultó siendo una mujer, la que termina frunciendo el ceño. En mi opinión, ninguna de estas dos películas quiso ser políticamente correcta sino, simplemente, ofrecer un retrato del tiempo en que fueron rodadas.
Regresando a temas estrictamente cinematográficos, seguro que muchos se preguntarán sobre los confusos hilos narrativos de la película. En mi cabeza, en cambio, solo hay un recuerdo que cuenta: la sensación de una masa amorfa de sonidos e imágenes que pueden generar una experiencia alucinógena. ¿Contradicciones, hilos narrativos no resueltos? Pues no sé, ya saldrán los artículos periodísticos explicándolos y resolviéndolos. Y, por supuesto, yo no leeré ni uno.