NAVES MISTERIOSAS EN FUTUROS DE CINE
La reseña de Musidora de la película hippy de ciencia-ficción dirigida en 1972 por Douglas Trumbull
Douglas Trumbull, conocido por sus trabajos de efectos especiales en clásicos del cine de ciencia-ficción como 2001 odisea espacial (1968), La amenaza de Andrómeda (1971), Encuentros en la tercera fase (1977), la primera de Star Trek y por supuesto, Blade Runner (1982), dirigió su propio film, Naves Misteriosas (Silent Running) en 1971.
El planteamiento del film tiene un profundo grado de hippysmo, con mensaje ecologista apoyado por un par de canciones de la cantautora Joan Báez, que parecen vomitar todo el flower power encima de la genial estética industrial setentera, contraste que no deja indiferente.
Una vez superado el trauma, se puede disfrutar de un delicado trabajo cinematográfico de producción que en muchos momentos recuerda a peliculas posteriores, empezando por Alien el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979).
Pero sobre todo varias escenas de Naves Misteriosas evocan a Star Wars, saga de la que Trumbull declinó formar parte, ya que andaba metido en otros proyectos, como en el Dune de Jodorowsky.
Los paseos en túnica por los bosques encerrados en cúpulas del actor protagonista Bruce Dern, por ejemplo, nos transportan al mundo de los Jedis de Star Wars. Y hasta los simpáticos robots parecen R2D2 (y también a Walle-E) y son accionados para la fantasía con la misma técnica: introducir a un actor o actriz con enanismo en un convincente atrezzo.
Pero la película de ciencia-ficción que más bebe de Naves Misteriosas es, sin duda, Moon (2009), ópera prima del hijo de David Bowie, Duncan Jones, en la que Sam Rockwell pasa por soledades espaciales por las que Bruce Dern también navega.
La intención de la película, hacernos pensar, es una de las cosas más interesantes que tiene la ciencia-ficción en cualquiera de sus expresiones. Y en este caso, la empatía hacia la misión de Freeman (Bruce Dern) a bordo de una reserva de bosques galáctica se consigue instantáneamente.
Conservar la diversidad de la naturaleza de nuestro planeta debería ser hoy día una prioridad social y política. Pasadas varias décadas, comprobamos que se necesita bastante más que el consejo meloso de una canción hippy o el guión de una distopía cinematográfica para hacernos conscientes del paraíso en el que vivimos, pero se agradece mucho .