Texto y fotos: @franciscoxec

En tiempos en que solemos apreciar más la masculinidad en las mujeres y la feminidad en los hombres, es normal que muchas veces un bolso, una falda o un pelo largo sea mejor llevado por estos últimos.

Todo ello ocurre, por lo general, en espacios performáticos, formándose un espectro de posibilidades que tienen su otro extremo en los contextos laborales alejados de lo artístico; donde las reglas son mucho más conservadoras que en una galería de arte o club nocturno.

Y si bien el Primavera Sound no tiene precisamente un aura transgresora, tampoco es un espacio donde los gestos en el escenario de una Taylor Swift o Beyoncé encajen bien. Por lo menos, hasta la más reciente edición, porque varios cambios vienen dándose en un festival donde la presencia de turistas ya es mayoritaria, lo que coincide con la inclusión de ciertos actos de sonido ‘Billboard’ (pero técnicamente impecables) en los escenarios más grandes y dejando a algunas propuestas de corte alternativo para la madrugada o arrinconadas en escenarios pequeños (léase Skinny Puppy o Front 242, por ejemplo).

Según cifras oficiales, son casi 200 mil los que asisten al festival.

Según cifras oficiales, son casi 200 mil los que asisten al festival.

Así, con esta sensación melancólica de que los tiempos cambian, la noche iba transcurriendo aquel sábado 3 de junio antes de que Grace Jones apareciera. Ella, la misma que firmó un contrato con Island Records en 1977, tal vez podría evocar algo de esa magia primigenia y hacer más compatible la actualidad con personas que ya peinan canas y que cada vez están más relegadas en este festival; como los grupos antes mencionados.

Y nada más aparecer esta mujer neoyorquina nacida en Jamaica (y que parece europea), fue evidente que no estaba recreando pasado alguno, que no había espacio para la nostalgia y que estábamos ante una ‘it girl’ (tal como se usaba el término en el pasado). Es decir, Grace Jones es un ser que tiene un ‘algo’; un ‘eso’ indescriptible que va más allá de la belleza o de la intelectualidad.

#LoveIsTheDrug #GraceJones #PrimaveraSound2017

A post shared by ceskoslovenska (@ceskoslovenska) on

Grace Jones apareció en topless, pero con la piel pintada como una cebra. Sus pezones erectos por el viento frío fueron apenas un detalle más en alguien que siempre supo sacar el mejor provecho de su aspecto, moviéndose como mejor le va a su cuerpo (eso, en danza, es inteligencia).

Además, la puesta en escena fue muy pensada para potenciar el magnetismo de la cantante, que mostró vozarrón a sus 69 años; una edad muy erótica, por cierto…

Saludad a la reina...

Saludad a la reina.

Y regresando al principio: verla con su famosa sonrisa acomodarse la peluca, lucir su falda como si fuera una niña que por primera vez se la pone y subirse a hombros de un vigilante para poder pasear entre la gente con los brazos alzados (como si fuera una diosa africana saludando a los mortales), encajaba perfectamente con su propuesta estética.

Ahí estaba, pues, la reina de la noche y de todo el festival. Ojalá sembrando buen gusto en algunas mentes y no creo que causando envidia sino admiración. Por ello, parece claro por qué ella es más una mujer de culto que un icono popular como Madonna, que con un poco menos de edad delata lo desesperada que está por engancharse a la última moda con resultados un poco tristes (o involuntariamente graciosos, según el punto de vista).

Grace Jones, en cambio, es atemporal. No es el pasado, no es el futuro. Ella es ella. Y si bien yo esperaba verla más masculina (después de todo fue capaz de darle la vuelta en la cama al más machista y sofisticado de los James Bond interpretado por Roger Moore), no creo que haya defraudado a nadie mostrando tanto glamour en clave femenina, dejando en evidencia a sus colegas masculinos de hoy en día en el mundo de la performance. Digamos que, aquella noche, ella fue lo más parecido al Topus Uranus.

 

Sobre su música, debo dejar constancia lo mucho que me intriga el hilo conductor que hay en sus producciones, lo que indica que ella tiene bastante más injerencia musical de lo que se puede pensar en alguien que es asociada primordialmente con el modelaje. Se trata de un hilo conductor o atmósfera, dicho sea de paso, que la va como anillo al dedo a su aspecto, su vestuario, movimientos y propuesta escenográfica… Sí, Grace Jones es otro nivel.

Y aquella noche del frío viento, una vez acabado su concierto, quedó esa sensación de ritual que tiene que ser contado a las siguientes generaciones. A ver si le copian algo… para que en futuros festivales, alguien pueda salvar la noche y, quién sabe, tal vez toda la semana.

Cuidado, amigo, que te va dar la vuelta...

Cuidado, amigo…

Share this: