Joséphine Baker nació un 3 junio de 1906 en Estados Unidos, en Missouri, y fue una niña esclava que escapó de la distopía racista gracias a una extraordinaria y única personalidad que cautivó al mundo entero cuando no había redes sociales. Bailarina, cantante, actriz, absoluta It Girl, musa de otrxs artistas, Pin up, Agente de La Resistencia francesa, activista por la igualdad y una persona cuya libertad debió ser, profunda y personalmente, defendida con tal garra que traspasó por momentos las fronteras de la vida y se convirtió en arte.
Su talento para la danza era manifiesto desde niña y tiró de él para salir de la esclavitud, a través del vodevil o teatro de variedades, en el que tuvo que arreglárselas para destacar, ya que la sacaban al escenario menos que a otras chicas que eran más claras de piel. Lo hizo con simpatía, bizqueando y haciendo muecas, añadiendo una dosis de humor a su ya expresivo movimiento. Cosa que aquí debió ser de un éxito maravilloso, porque años después la folkórica Marujita Díaz la homenajea a tope incluso en los charlestones, aunque derrotando el mensaje antiracista, y la cómica Lina Morgan hace de Joséphine Baker el arma secreta de toda su carrera.
Baker era el apellido de su segundo marido, un guitarrista de blues del que se separó con 16 años para intentar triunfar en Broadway tras una gira callejera. En 1924 Joséphine formaba parte de los Chocolate Dandies y allí la descubrió el matrimonio Reagan (no esos, otros) que le ofrecen ser la estrella de un musical en Francia. Y vaya si lo fue.
Joséphine Baker y su falda de bananas // La Danse Sauvage
Sus movimientos rítmicos, gimnásticos y desinhibidos, el vestuario afrofuturista, y unas coreografías cargadas de fantasía propia en un París que ya se había empapado de la Duncan y su danza libre y estaba sediento de otras culturas, la convirtieron en una verdadera estrella. Participó e inspiró unos estimulados, vanguardistas y plenos años 20, paseando con un guepardo y teniendo sirvientes blancos acompañada de su novio-representante italiano (como la Veneno), y llevando su carrera de una forma muy inteligente, de sano despiporre y excentricidad sofisticada, conectando perfectamente con la corriente de la época y cargándola de nueva electricidad. La fiesta terminó con un viaje a su tierra natal, unos USA segregados y monstruosos, y un regreso a París muy triste, que explican muy bien en el documental Luces en la noche de RTVE.
El esplendor de Josephine no es el único que se apaga, cual estrella fugaz o breve rayo cósmico, con la entrada total del Fascismo en el mundo y no se corta en compararlo con la segregación estadounidense. Trabaja como agente secreto de La Resistance durante sus giras y años después la condecoran por el servicio prestado. Cuando Martin Luther King y Bobby Kennedy logran que Josephine vuelva a los USA, es la única mujer a la que se le da voz en el acto en el que, luciendo uniforme y medallas de La Resistencia, dice, frente a un público de pieles diversas, que es el día más feliz de su vida.
En la madurez, Joséphine se establece con un marido en Dordoña y adoptan 12 niñas y niños de diferentes razas y religiones que bautiza «La Tribu del Arcoiris». Estando en apuros económicos por el gasto de ese inaudito proyecto familiar, realiza muchas actuaciones (para entonces eran conciertos) y la ayudan Brigitte Bardot y Grace Kelly, quien le da una casa y le ofrece bolos en Mónaco. No hay nada como las amigas.
Josephine Baker murió a los 68 años, en 1975, dejando varias vidas en una: la bailarina del futuro, la heroína de La Resistencia, la Venus Negra, la señora rara de los niños de colores, y todas esas facetas que nos dejó ver, sin más intención que reflejar la intensa curiosidad y apertura de una mente cuyo cuerpo fue un afinado instrumento. Nos dejó su ejemplo único, el de una niña que logró salir del dolor y hacer de él algo bello y divertido, tallando el diamante en bruto de sus cualidades en la modernidad, en la exaltación veloz de la alegría y de la libertad, a través de una eléctrica danza que brilló por un momento cegándonos para siempre mientras ella, simplemente, vivió un instante y, como todxs, imagino que hizo lo que se le ocurrió.
En estos Nuevos Años 20, yo te celebro, Joséphine Baker, la danzarina salvaje y moderna, la DIVA FUTURA, te invoco, más bien. Y a todas las ocurrencias de las personas que corren, corren, corren hasta que bailan, porque bailar es la máxima expresión individual de libertad, aunque sea efímera como el propio cuerpo, la propia existencia.
Que vuelva la danza libre, la que se suda compartida
bajo focos que imitan las estrellas, al ritmo de nuestros tiempos .
MORT AL VIRUS.
Felices años 20
por Musidora